La hija del taxista

Fue un accidente automovilístico el que me hizo conocerla, pero su comportamiento fue el que me hizo…Ese día fue muy pesado para mí, me dirigía al trabajo en mi auto cuando de repente sentí un golpe de otro vehículo en la parte de atrás, lógicamente me bajé a revisar los daños y el taxista que me había chocado también; le sugerí que llegáramos a un arreglo y se negó, alegando que yo me había frenado de repente y que él no tenía la culpa (nunca tienen la culpa, según ellos); total, que llamamos a los seguros y como nuestras declaraciones eran encontradas, ninguno de los seguros se hizo responsable y tuvimos que ir a la delegación a deslindar responsabilidades.

Estuvimos en la delegación mucho tiempo y allí fue donde llegó Elizabeth, que era la hija del taxista que me había chocado; la chica llegó muy agresiva, queriendo imponer su opinión y su voluntad por encima de la de todos los que nos encontrábamos ahí; solo su abogado la pudo calmar; yo lo que vi fue su figura, la chica estaba bastante bien, tenía un cuerpo muy bonito, de cara no era una belleza, lo único que la afeaba un poco era su nariz, pero en general era bonita; pero su cuerpo era fenomenal, llevaba unos pants pegaditos que resaltaban su figura con unas nalgas bien paradas y unas piernas muy bien torneadas, era evidente que la chica hacía ejercicio; su blusa era también pegada y dejaba notar unos pechos redondos y firmes, parecidos a dos melones jugosos.

La chica era como una leona defendiendo a su Papá, decía que el señor, que ya estaba grande no debería estar ahí, que yo comprendiera, etc. Llegó un momento en que nos colmó la paciencia a todos y la oficial del ministerio público casi la saca del lugar.

Como el taxista se negaba a pagar los daños tuvimos que levantar un acta en su contra por los daños y perjuicios causados; Elizabeth me dijo que no levantara yo el acta o me las vería con ella; yo dentro de mi lujuriosa mente pensé: â??Pues sí que me gustaría que nos viéramos otras cosas, si ella me ofreciera un acostón yo con gusto retiraba la demandaâ?; pero eso era imposible; en eso la oficial del ministerio nos conminó a arreglarnos pacíficamente y el abogado del taxista comentó que más nos convenía a los dos llegar a un acuerdo para ya no perder más tiempo, ya que al final no lograríamos nada bueno si levantábamos el acta y solo perderíamos tiempo y dinero. Yo le dije al taxista que me diera tres mil pesos por los daños y el se negó, argumentando que solo llevaba quinientos pesos; siempre con la agresiva intervención de su hija que vociferaba y manoteaba disgustada; total que para no hacer el cuento largo, después de mucho estira y afloja, me dio mil quinientos pesos y acordamos que me pagaría el restante al día siguiente, para garantizar el pago su hija me dejó su identificación; ese fue el primer error que cometió. El segundo fue cuando no me llamó para realizar el pago, pues en eso habíamos quedado; me sentí engañado y comencé a preparar mi venganza; muy dentro de mí pensé que esos mil quinientos pesos le saldrían muy caros al taxista.

Esperé dos días su llamada y no la hizo, así que al tercer día me decidí; hablé con los chavos que se juntan en la esquina de mi casa, ese día había unos doce; son muchachos que no tienen oficio ni beneficio, se la pasan ahí de vagos, drogándose y tomando, a veces juegan fútbol u otros deportes, pero más bien son viciosos. Les propuse mi plan y ellos estuvieron todos de acuerdo, solo que acordamos dejar pasar un mes aproximadamente para que no sospecharan de mí; durante ese tiempo mandé a unos de esos chicos a que espiaran todos los movimientos de la casa donde vivía el taxista para armar un plan perfecto.

Llegada la fecha y dado que ni el taxista ni su hija se dignaron llamar, llevamos a cabo nuestro plan; con los informes de mis â??espíasâ? y la organización que tuvimos fue sencillo: Fue un viernes, esperamos a las 11:00 de la noche que era la hora en que regularmente apagaban la luz, así fue y a las 11:30, suponiendo que ya estarían dormidos, nos dispusimos a entrar, nos cambiamos en los autos en los que íbamos y nos pusimos todos ropa negra y unos pasamontañas negros también

Ya sabíamos del perro que tenían, pero eso lo resolvimos fácilmente arrojándole por arriba de la barda carne con un anestésico muy fuerte que lo haría dormir 24 o 36 horas más o menos; luego con unas ganzúas abrimos con facilidad el portón de la casa, nos introdujimos en silencio, éramos muchos, calculo como catorce o quince; otro de los muchachos abrió la puerta de acceso a la casa con las ganzúas. Una vez adentro, nos dispersamos por la casa, cuatro de nosotros nos dirigimos a la recámara de Elizabeth, otros cuatro a la de su Papá el taxista y otros cuatro a la recámara de la otra hija, hermana de Elizabeth, llamada Rocío según supe después; los restantes estaban encargados de vigilar que los vecinos no se dieran cuenta y de avisar si algo sucedía; todos íbamos armados con pistolas y cuchillos por si algo salía mal.

Al entrar al cuarto de Elizabeth nos detuvimos unos segundos para acostumbrarnos a la oscuridad, en cuanto estuvimos listos actuamos; uno de los chavos se encargó de taparle la boca, entre otro de ellos y yo le atamos las manos juntas a uno de los postes de la cabecera de su cama; ella pataleaba y se agitaba, por lo que el cuarto muchacho se encargó de detenerle las piernas. No fue difícil, gracias a la superioridad numérica la sometimos sin problema. Esperamos a que llegaran los otros chavos trayendo al taxista y a su esposa y los demás a su otra hija, los trajeron pronto y los atamos a unas sillas que habíamos metido al cuarto.

Una vez que los tuvimos a todos atados y amordazados, encendimos la luz para que vieran lo que ocurría, los cuatro intentaron gritar pero estaban bien amordazados y no lo lograron. Afortunadamente para nosotros, Elizabeth tenía en su recámara unas cortinas muy pesadas que no permitían que desde afuera se viera que la luz estaba encendida, así que pusimos manos a la obra; como el acuerdo con los chavos era que yo me cogería primero a Elizabeth, comencé a romperle su ropa de dormir, ella se agitó tratando de evitar lo que sabía que iba a ocurrir, pero entonces saqué la pistola y se la puse en la frente, le dije: â??Si no te estás quieta aquí te mueresâ?; ella con cara de espanto se quedó muy quieta y terminé de romperle la ropa, dejándola completamente desnuda, todos nos quedamos asombrados de lo buena que estaba, era un cuerpo perfecto, morena, con unas tetas maravillosas y las nalgas no se diga, de inmediato se me paró la verga y puse manos a la obra, me coloqué entre las piernas de ella y la obligué a abrirlas, ella intentaba cerrarlas, pero no la dejé, empecé a besar su cuello mientras mis manos acariciaban sus pechos y las bajaba hasta sus nalgas, ella desesperada intentaba soltarse y comenzó a llorar; volteé a ver al taxista que con ojos desmesurados veía lo que yo le hacía a su hija, la madre de ella lloraba también desesperada y la hermana cerraba los ojos evitando ver lo que sucedía; mis cómplices estaban junto a ellos viendo lo que yo hacía y empezaron a bajarse las braguetas y a sacar sus penes erectos; mientras esto ocurría los demás se dedicaban a saquear la casa como habíamos acordado.

Me enderecé un poco y me desabroché el cinturón y el pantalón; Elizabeth, adivinando lo que sucedería a continuación, se agitó como loca en la cama tratando de zafarse; molesto, le dije que si no se estaba quieta mataríamos a sus padres, que ella decidiera. Se quedó muy quieta llorando y mirándome a los ojos; por un momento temí que me reconociera por debajo del pasamontañas, pero igual no me importó; saqué mi pene erecto y le dije: â??Mira lo que te vas a comer mamacita, como lo vas a gozarâ?. Elizabeth, avergonzada, volteó su cara hacia un lado y cerró los ojos llorosos, resignándose a lo que le iba a hacer.

No esperé más, ante el espectáculo maravilloso de su cuerpo, me acomodé y puse mi verga en la entrada de su panocha, empujé un poco y vi que le dolía, empujé un poco más y la vi llorar; al final empujé todo lo que faltaba de golpe y ella abrió desmesuradamente los ojos y quiso gritar sin lograrlo. Empecé a bombear sintiendo el placer de violarla, toda mi vida había deseado hacerle eso a alguien y por fin se me estaba cumpliendo, además, estaba logrando mi venganza por el dinero que dejaron de pagarme y por los insultos de la jovencita esta.

Entré y salí de la panocha de Elizabeth sin compasión, con cada arremetida mía ella gemía por el dolor que sentía, esto me excitaba aún más y continué disfrutándola un buen rato, hasta que, sin poder aguantar más, me vine en un orgasmo tremendo dentro de ella; al salirme vi que de entre sus piernas había escurrido un poco de sangre, por lo que supuse que la había desvirgado; me levanté y subí mi pantalón, uno de los chavos tomó mi lugar, se quitó toda la ropa excepto el pasamontañas y sin aviso alguno le clavó la verga a Elizabeth, que se retorció de dolor; viendo que todo iba como yo lo había planeado, me senté a disfrutar del espectáculo, observando a los papás de Elizabeth y a su hermana. Esta última era un poco más blanca que Elizabeth y delgadita con cabello largo, a diferencia de su hermana que lo usaba corto. Uno de los chavos se acercó a ella y la obligó a levantar la cara, vimos que lloraba copiosamente y el muchacho le dijo: â??No llores, podría ser peor, podrías estar en el lugar de tu hermana; así que deja de llorar o las tendremos que cambiar de lugarâ?. La jovencita lo miró con ojos de miedo y movió la cabeza de un lado a otro dando a entender que no deseaba cambiar de lugar con su hermana. â??¿No te gustaría cambiar de lugar?â? le dijo el chico, ella negó de nuevo con la cabeza y el le dijo: â??Mira, te propongo algo, si me chupas la verga y haces que me venga en tu boca, yo les digo que no te cambien con tu hermanaâ?. Rocío hizo un gesto de asco, pero al analizar la situación vio que le convenía el trato y aceptó. El muchacho le quitó la mordaza y colocó su verga en la boca de ella, obligándola a chuparla; Rocío, sin ocultar el asco que sentía mamó la verga del chavo aquel mientras este le tomaba la cabeza moviéndola hacia adentro y afuera; por otro lado, el chavo que estaba con Elizabeth terminó también sin salirse de ella y un tercero tomó su lugar; repitió la operación y sin dejar que ella descansara se la cogió también.

Uno a uno disfrutamos el cuerpo de Elizabeth y cada vez que veíamos que ella se ponía difícil la amenazábamos con matar a sus padres y con eso la obligábamos a calmarse, supongo que esto era muy difícil para ella, por su carácter tan fuerte.
Por otro lado, el chavo que hizo que Rocío le chupara la verga se vino y la obligó a tragarse todo el semen; luego la hizo que le limpiara la verga a lengíŒetazos; ella con mucho asco cumplió todo lo que el le pidió, una vez que terminó, otro de los chavos le acercó la verga a la boca para que se la chupara también, pero ella se negó, por lo que el muchacho este le dijo que tenía que hacerlo o tendría que cambiar de lugar con Elizabeth; Rocío, resignada tuvo que mamarle la verga también hasta que el chavo tuvo su orgasmo y también la hizo tragarse el semen, luego siguió otro y otro y otro y así todos pasamos a que Rocío nos chupara la verga con la amenaza de que si no lo hacía la cambiaríamos con Elizabeth.

Continuará…

Author: animalsex

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