Demostré a mi marido que era capaz de quitarme el tanga delante de otro hombre.

Tal vez no sea el hecho más guarro que hayáis leído. Tampoco es la sesión de sexo más caliente que he tenido. Pero puedo asegurar que,  semanas después de ocurridos estos hechos, me sigo excitando al recordarlo.

Con mi marido he visitado en verano diferentes calas nudistas. También he salido del hotel en vacaciones con un vestido más bien corto y sin ropa interior. Sabiendo que al sentarme en alguna terraza lucía mis muslos y que seguramente en algún descuido mío, alguien habrá contemplado por un instante mi coño desnudo.

Hace unos meses mi marido me propuso un juego que en principio me pareció absurdo y de un fetichismo caprichoso. Me negué. Pero mi marido se empeñaba en repetirlo hasta que empecé a pensar en el maldito juego. No voy a decir que me volviera local de lujuria. Pero sí que empezaba a excitarme la idea.

Sin darme cuenta, y sin aceptar participar en el juego, me vi involucrada hasta el punto de estar buscando a esa tercera persona necesaria en distintas páginas de contactos. Siguiéndole la corriente a mi marido empezamos a buscar un chico. En pocos días vi la foto de un joven de unos 30 años, alto, cuerpo atlético sin un gramo de grasa…

-Este me gusta… -manifesté yo, siguiendo la corriente del juego a mi marido. Tenía la esperanza de que mi marido llegaría hasta ese punto; pero no se atrevería a traspasarlo.

No fue así. Después de intercambiar con el chico varios mensajes. Después de decirle el juego que pretendíamos hacer. Y que el desconocido aceptase participar con todas las limitaciones que mi marido le dijo. Después de todo esto, intercambiaron las direcciones de correo electrónico y comenzamos los tres a chatear.

Así descubrí que además de tener un cuerpo muy bonito, era un chico muy agradable y completamente normal. Es decir, no parecía en absoluto el típico salido que puedes esperar en una página de contactos. El típico que piensa que por buscar en esas web las mujeres somos una salidas insatisfechas que solo piensan en ser folladas.

Simplemente comentó que deseaba participar en nuestro juego por lo original que le parecía. Porque estimaba que podía ser muy sensual y excitante. Aunque no llegase a haber sexo explícito.  Todo aquello empezaba a gustarme. Aunque por el momento no tenía nada claro que me prestase a tal juego.

Al final me dejé convencer. Al menos para pasar el último fin de semana en la localidad a las afueras de Madrid donde vivía nuestro anónimo ciber-amigo.

Y aquí viene en lo que el juego consistía:  Habíamos quedado con el chico en la cafetería del hotel donde nos alojábamos. Allí nos conoceríamos en persona tomando algo. A continuación, yo debería irme con el joven a la habitación. Una vez allí, delante de él debía quitarme el tanga y regalárselo. Entonces me volvería a vestir. Salir de la habitación con el chico. Bajar al vestíbulo. Que él abandonara el hotel con mi tanga. Y yo volviera a la cafetería, donde mi marido seguiría sentado en el mismo sitio esperándome.

Cuando llegaron las ocho de la tarde del sábado, hora en que nos sentamos en la cafetería a esperar al chico, empecé a sentir un gran nudo en el estómago. Estaba tan nerviosa que incluso empezaba a sentirme irascible. En lo más hondo de mi ser deseaba y suplicaba para que no apareciera. Me estaba llamando idiota por dejarme arrastrar a tan absurdo juego. Era cierto que como fantasía me resultaba morboso. Pero aquello era real y, lejos de morboso, me resultaba frío. Pero mi marido me retó. Me dijo que no me atrevería. Y yo me acepté el reto. Sobre todo al ver que el chico estaba muy bien.  Ya pasaban unos quince minutos de la hora de la cita y no aparecía.

En mi fuero interno me regodeaba al ver la cara de decepción de mi marido. Cuando de repente sus ojos se iluminaron. Giré un poco la cabeza y miré hacia donde mi marido miraba. Era él. Cruzando una sala venía caminando con una bonita sonrisa un chico más o menos de metro ochenta de estatura. Moreno de pelo corto. En persona era mucho más guapo que en las fotos. Y su cuerpo parecía mucho más atlético. Eso casi que me puso más nerviosa.

Yo no hablé mucho. Los dos chicos hablaron. Creo que el chico estaba tan nervioso como yo. Porque repitió al menos tres veces que si nos habíamos arrepentido de hacerlo no pasaba nada, él se marchaba sin más.

Allí nadie parecía controlar la situación. Mientras apuramos una cerveza, nos rodeo una atmósfera rara, llena de nervios y sonrisas de circunstancias…

-Bueno. -garraspeó mi marido. -Tomar la llave de la habitación. -añadió poniendo la llave electrónica en mi mano derecha.

El joven y yo nos miramos. Nos sonreímos nerviosos. Nos pusimos en pie. Caminamos en silencio hasta los ascensores. Subimos a la tercera planta.

-Si no te apetece hacerlo, nos damos media vuelta… -ofreció él.

Salimos del ascensor y entramos en la habitación. Le indiqué que se sentase en el sillón que había al fondo y a la derecha de la habitación. Me senté en la cama con el propósito de quitarme las botas. Nada más posar mi culo en la cama estuve tentada de levantarme y salir de allí sin hacer nada. Volví a mirar al chico. Sonreía. Me quité la dos botas y me puse en pie. Justo delante de él, como a poco más de un metro, dándole la espalda. Miraba, sin prácticamente ver nada, la pared de la habitación. Intentaba que no se notase mi estado de ansiedad…

Con el fondo de la habitación, en mi mente se dibujó la imagen de mi marido, sentado en la cafetería, esperando impaciente y sumamente excitado intentando imaginar lo que estaba pasando en la habitación. Reconozco que ese pensamiento me animó. Más bien me resultó morboso.

Desabroché el botón del pantalón. Bajé la cremallera. Abrí cuanto daba de sí el pantalón hasta que el tanga negro asomó un poco. Me giré lentamente. Me quedé de frente al chico. Quería que viera que tenía el pantalón desabrochado. Quería que viera que al fin me había decidido a quitarme el tanga y regalárselo. Le miré atentamente. Su cara reflejaba sorpresa. Quise ver que deseo. Sus ojos no se encontraron con los míos. Estaba recorriendo con la mirada mi cuerpo. Centrándose en el pantalón abierto. Por un momento percibí deseo en sus miradas. Me pareció muy morboso. Una situación sensual. Pues no me olvidaba de mi marido y los pensamientos que estaría teniendo y lo mucho que desearía le contara con todo detalle aquellos instantes. Sentí una ligera humedad aflorando a los labios de mi coño.

Me volví a girar muy despacio. De espaldas al chico comencé a bajar los pantalones por mis piernas lo más lento que pude. A medida que iba bajando el pantalón fui inclinándome hacia delante, dejando mi culo ligeramente en pompa. Me costó varios segundos más acabar de sacarme los pantalones de los pies. Pero no me importó. Supuse que al joven le importó mucho menos. Imaginaba que estaría empalmado o casi. Reconozco que ese pensamiento, mezclado con el de mi marido esperando abajo acabó por explotar completamente mi excitación.

Me giré un poco. Quedando de perfil con respecto al chico. Le miré de reojo. Su cara mostraba una completa y fija atención a mis piernas, a la curva que formaba el perfil de mi culo… Sus ojos ahora sí mostraban un radiante deseo. Me turbé un poco. Quería hacerlo. Pero era como si tuviera agarrotados los brazos.

Y finalmente lo hice sin pensarlo. Cogí el tanga por los laterales y comencé a hacerlo descender por mis muslos con parsimonia. De reojo seguía observando a mi admirador. No quitaba ojo. De cuando en cuando se agitaba en el sillón. Por lo que supuse que estaba muy excitado. Seguramente empalmado. Esto me animó. Dejé caer el tanga al suelo. Me incliné para recogerlo del suelo. Lo levanté y me lo sobre puse por encima del coño afeitado. Me giré hacia el chico, dándole el frente. Con toda la lentitud que fui capaz levanté el tanga hacia mi vientre y me lo llevé hasta tapar parte de mi cara.

Él ni me miró la cara. Clavó sus ojos en mi coño. Resopló. Frotó sin darse cuenta su polla por encima de los pantalones.

-Este es tu premio… -le dije, alargando el brazo y poniendo el tanga delante de cara. No dijo nada. Lo cogió. Se lo acercó a la cara. Lo frotó por la cara. Y se lo dejó delante de la nariz, aspirando el olor de mi coño.

Esto acabó por romper mi reticencia. Sentí mi coño completamente húmedo. Me di cuenta que estaba muy excitada. Incluso me sorprendieron algunos pensamientos demasiado lujuriosos. Pensamientos de deseos. Deseaba que me besara. Incluso que me follara un poco.

Él dejó el tanga sobre el sillón a su lado. Alargó una mano y la puso en mi cintura.

-¿Me dejas? -dijo, en un tono tan bajo y dubitativo que casi no percibí.

Sabía que debía apartar esa mano de mi cintura. Sabía que tenía que dar un paso hacia atrás y ponerme los pantalones y salir de allí. Pero parecía estar presa de mi excitación. En lugar de eso, di medio paso hacia delante, colocando mi vientre a escasos centímetros de la cara del chico. Él alargó la otra mano. Y dando como respuesta afirmativa mi silencio y el acercamiento, me rodeó con ambos brazos y los bajó hasta que sus manos tomaron posesión de mi culo. Sé que en ese momento se me escapó un medio suspiro, medio gemido.

El chico acercó su cara a mi vientre. Sentí sus manos acariciando con parsimonia mi trasero. Sentí el aire exhalado de su respiración acariciando cálidamente mi pubis. Me di cuenta que estaba realmente muy excitada. Si en aquel momento me tiraba sobre la cama y me follaba, no tenía muy claro si se lo impediría. Porque cierta parte de mi mente y todo mi cuerpo lo estaban deseando.

Sentí su lengua lamiendo los labios de mi coño, separándolos y saboreando mis jugos. Al tiempo que uno de sus dedos me penetró. En ese momento sé que lancé un placentero, aunque ligeramente ahogado gemido.

Él fue prudente y lo dejó ahí. Se apartó de mí. Cogió nuevamente el tanga. Lo volvió a oler. Después se llevó un dedo a la boca y lo saboreó. Supuse que era el dedo que me había metido en el coño. ¡Qué cachonda me pusieron aquellos gestos!

Me puse el pantalón y las botas. En el ascensor. A solas. Le besé en la boca con toda la pasión que los pocos segundos de los tres pisos me dejaron. Al tiempo que le froté ligeramente con una mano la polla por encima de los pantalones. Estaba empalmado, con una polla muy dura. Y pensé que iría corriendo a masturbarse con el olor del tanga.

Salió del hotel sin despedirse de mi marido. Tal y como habíamos acordado previamente. Me senté con mi marido. Intenté recomponerme. Que no notase que había disfrutado tanto. Fuimos a cenar al restaurante del hotel. Mi marido quería saber. Pero había demasiada gente para que le diera detalles. Sólo le dije que sí me había atrevido. Que sí le había regalado el tanga que llevaba puesto. Que había habido varios momentos en que estuve a punto de echarme atrás. Pero que finalmente, pensando en él, sentado esperando y excitado, me animé y lo hice.

Me empeñé en tomar una copa en el mismo hotel. MI marido estaba loco de lujuria por conocer los detalles.

-Os habéis tomado todo el tiempo del mundo. Porque habéis tardado tres cuartos de hora.

Yo permanecía en silencio.

-Incluso os ha dado tiempo ha echar un polvo rápido.

-Pues no. Te aseguro que no hemos follado.

-¿Te habría gustado follártelo? ¿Te habrías atrevido?

Le miré sonriendo.

-¿Quieres saber la verdad?

-Sí. -dijo él

-Realmente, ¿te apetece saber la verdad?

-Si.

-Sinceramente, cariño, el tío está muy bien, es muy guapo. Y me habría gustado atreverme a follar con él. Pero no me lo habría follado en ningún caso. El juego no era ese. Y yo sólo lo hago contigo.

Cuando ya estábamos a solas en la habitación me hizo relatar con todo lujo de detalles lo acontecido. No le guardé ningún hecho. Incluso lo del beso en el ascensor. Lo de que me había acariciado. Lo de que me había dejado lamer el coño unos segundos y meter un dedo… Aquello le puso a mi marido tan cachondo que me folló como un poseso, fuera de sí.

Cuando acabamos de hacerlo y volvió del servicio, me suplicó que se lo volviera a contar. Mientras lo hacía él me folló nuevamente. Pero en esta ocasión de un modo más romántico, más pausado.

Reconozco que me encantó la noche. Que el juego, aunque en principio me pareció depravado y falto de clase, fue un morboso y excitante momento.

Sé que habrá más juegos. Lo sé porque jamás he visto a mi marido tan fuera de sus casillas como esa noche.

 

 

Author: lunakuka

2 thoughts on “Demostré a mi marido que era capaz de quitarme el tanga delante de otro hombre.

  1. me resulta interesante tu cuento lo leí el año pasado y le repaso que me incita a escribir, hay otro que me gusto donde castigas a tu marido con Pedro m puedes contar cunato tiempo tienen de diferencia los cuentos y por que te animaste a escribir aqui va mi correo jetmeru1@gmail.com espero tener una respuesta.gracias la hechicera

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