Perdida en un pueblo

Esta historia que voy a contar me sucedió en mis vacaciones de hace dos meses.

Me llamo Fátima y tengo 28 años; soy de piel blanca y de cabello oscuro; ojos negros y no es por presumir, pero tengo un cuerpo bastante bien formado, producto del ejercicio y una dieta sana.
Tengo dos amigas con las que me llevo súper bien en mi oficina: Rebeca y Adriana. Para todo andamos juntas y se nos ocurrió planear nuestras vacaciones al mismo tiempo para irnos a descansar a un paradisíaco lugar alejado del ruido y las presiones de la ciudad. Como trabajamos en la misma empresa pero en diferentes departamentos no fue difícil conseguir los permisos vacacionales y planeamos todo; desde el día de salida hasta el día de regreso.

Yo vivo sola, fui hija única y mis padres ya fallecieron, así que tengo una libertad como pocas chicas lo tienen.

Bueno, el caso es que para mi mala suerte, un día antes de mis vacaciones hubo algunos problemas en la oficina porque había que entregar un trabajo a un cliente muy importante y no podíamos terminar; así que mi jefe habló conmigo y me dijo que le daba mucha pena, que sabía que yo me iba de vacaciones al día siguiente, pero que era indispensable mi apoyo para terminar el trabajo a tiempo y que necesitaba que fuera a trabajar al día siguiente; como él siempre me ha apoyado y ha sido muy buena persona conmigo, no pude decirle que no, pero le sugerí que mejor nos quedáramos a trabajar en la noche, él me dijo que no era posible por políticas de la empresa y tuve que hablar con mis amigas. Ellas se mostraron contrariadas y me dijeron que me esperaban, pero yo les dije que no, pues la reservación estaba hecha y nos habían dicho en el hotel que si no llegábamos a tiempo nos la cancelaban; así que acordamos que ellas se irían al día siguiente y yo las alcanzaría más tarde o al siguiente día.

Al día siguiente terminamos rápido lo que faltaba y mi jefe me permitió irme; a las 11:30 a.m. estaba yo saliendo de la oficina, pensé en irme a cambiar a mi casa, pues ese día había ido a trabajar con una minifalda negra muy corta y una blusa blanca con botones al frente sin mangas muy ajustada, también llevaba tacones altos y pues como siempre me había arreglado muy bien. Pero ya me urgía irme a descansar y ya había puesto mi maleta en la cajuela desde un día antes, pensé que ir a mi casa me llevaría demasiado tiempo; así que decidí irme directo al hotel donde había quedado de verme con mis amigas.

Cargué gasolina, me coloqué mis anteojos de sol, una pañoleta y me fui por la carretera que conducía al lugar determinado; no encontré mucho tráfico por ser entre semana y temprano; salí de la ciudad y después de una hora tomé por una carretera que no era muy transitada, bajé el capote de mi convertible y disfruté del aire y de la belleza del paisaje y los pequeños pueblos que iba pasando.

Avancé durante unos veinte o treinta minutos más, pero de repente el auto empezó a fallar; vi que la aguja que marcaba la temperatura del motor llegaba a la zona roja y empezó a salir humo del cofre; inmediatamente me orillé, apagué el carro y me bajé; lamentablemente no entiendo ni jota de mecánica; intenté abrir el cofre, pero estaba demasiado caliente; volteé a ambos lados de la carretera y no se veía ni un alma, decidí esperar un rato a ver si pasaba alguien que me ayudara o a ver si el auto se enfriaba.

Después de casi 40 minutos de espera, me desesperé pues no pasaba ni un carro, ni un camión, vaya, ni un burro o ninguna persona, intenté prender al carro, pero no encendió, el celular no daba señal; así que no tuve más opción que echar a andar, recordé que un rato antes había pasado por un pueblillo y pensé que tal vez allí encontraría a alguien que me ayudara o tal vez un taller mecánico.

Tomé mi pequeño bolso de mano y empecé a caminar bajo un sol que quemaba; mi atuendo no era muy conveniente en esas circunstancias, pero no me cambié porque no encontré donde hacerlo; los zapatos en especial me resultaban sumamente incómodos y bueno, andar de minifalda en esas latitudes como que no era lo mejor, pero no tenía de otra, caminé mucho rato y me di cuenta de cómo son diferentes las distancias recorriéndolas en auto que haciéndolo a pié.

Bueno, después de mucho caminar por fin vi que me acercaba a un pueblo, el cual, según yo, era el que yo había visto; al fin llegué y vi las pequeñas casitas hechas de ladrillo blanco; la mayoría no estaba terminada o tenían techos de lámina o puertas de cartón; no era el típico pueblito que yo había visto en las fotos, con sus casas de ladrillo rojo y su plaza con su iglesia y flores; llegué a la que supuse que era la plaza y era un cuadro de tierra rodeado de algunos edificios viejos que supongo eran de gobierno con un asta bandera en medio; en todo el trayecto no encontré a ninguna persona, el pueblo parecía abandonado, me dirigí al edificio que parecía el más importante, pero estaba cerrado, dos grandes candados bloqueaban la entrada y me desesperé por haber llegado a un pueblo fantasma.

Decidí salir de aquel lugar y buscar ayuda en otro lado, iba caminando por una de las calles del pueblucho cuando escuché que alguien me decía:

– ¿Se le ofrece algo señorita?
– Por fin, si, quería ver si usted me puede ayudar, respondí mientras me volteaba a ver quien me hablaba.

Eran tres individuos muy morenos, dos de ellos jóvenes, de entre 18 y 21 años aproximadamente y un señor un poco más grande, yo calculo que de unos 40 años; los tres se veían fuertes y curtidos por el trabajo de campo; se veían sucios y despedían un fuerte olor a sudor que me asqueó un poco, pero logré disimularlo.

Noté que los dos jóvenes no dejaban de verme las piernas morbosamente, así que me dirigí al señor grande; le expliqué mi problema y el me dijo que ellos me podrían ayudar, pero que los tendría que acompañar a su casa por algunas herramientas y luego tendría que llevarlos a donde estaba el carro; como se veían buenas personas, confié en ellos y echamos a andar hacia su casa, aunque yo me sentía incomoda pues los muchachos no disimulaban que yo les atraía mucho.

Llegamos a una casita a medio construir, me invitaron a entrar y me dio pena no aceptar, así que pasé y vi que por todos lados había material de construcción, tierra y herramientas regadas; caminé tratando de no ensuciarme y ellos entraron detrás de mí; me indicaban que entráramos más y pasamos dos cuartos a medio terminar; llegamos a una especie de patio trasero, el cual tenía una barda alta alrededor y la única salida era por la puerta donde entramos. El señor se quedó parado allí mientras los muchachos se paraban cerca de mí.

– Bueno, señorita, nosotros le vamos a ayudar con su coche, pero necesitamos acordar antes el pago.
– Ah, bueno, dije yo, medio decepcionada pues pensé que no me cobrarían, pero era justo pues ellos perderían algo de tiempo ayudándome; ¿cuánto quieren?
– Pues mire, yo ya estoy grande, pero aquí mis hijos pues, como le diré… eh… nunca han estado con una mujer y bueno, yo pensé que tal vez Usted podría…
– ¿Acaso está loco?, grité indignada, ¿qué se estaban creyendo estos pueblerinos?, me enfurecí e hice por retirarme de aquél lugar.
– No se altere señorita, me dijo el padre impidiéndome pasar mientras los muchachos me rodeaban.
– ¡Déjenme ir o grito!
– Tranquila señorita, me dijo el muy calmado; mire, no hay nadie cerca, si grita nadie la va a oír y nosotros ya decidimos que le vamos a cobrar quiera Usted o no, así que más le conviene estarse quietecita y disfrutarlo.

No dije más y empujé al tipo, estaba yo fúrica pero aun así no pude moverlo ni un centímetro, parecía un roble; al mismo tiempo sentí como uno de los jóvenes me detenía de los brazos por atrás y el otro me quitaba la pañoleta de la cabeza y se la daba a su padre.

– ¡Suéltenme!, ¿qué les pasa?, ¿acaso no oyen?
– Se lo pedimos por las buenas y no quiso, ahora va a ser por las malas, ni modo; dijo el señor.

Me agité tratando de soltarme, pero al muchacho estaba también muy fuerte y me impidió moverme, se me cayeron mis anteojos y el otro muchacho me levantó de las piernas; cargándome entre los dos me obligaron a acostarme en el suelo lleno de tierra, yo me retorcía pero no me dejaban moverme; uno de ellos me sostuvo los brazos por encima de la cabeza mientras el otro me desabotonaba la blusa, yo empecé a gritar como loca; el señor se acercó y me metió la pañoleta en la boca mientras me decía que sus hijos me iban a tratar bien, que no me preocupara por nada, que lo iba a disfrutar; â??Todas ustedes las de la ciudad es lo que quierenâ?, me dijo.

El joven terminó de desabrocharme la blusa y me acarició los pechos por encima del sostén; se inclinó sobre mí y me besó el cuello, yo me volteé hacia el lado contrario y cerré los ojos y ellos me hicieron voltearme boca abajo; me sacaron la blusa y me desabrocharon el sostén; luego, mientras uno de ellos estaba parado atrás de mí deteniéndome los brazos atrás, el otro me desabrochó la falda; de nuevo me hicieron colocarme boca arriba, aunque yo seguía gritando solo ruidos inteligibles salían de mi boca; el sostén se cayó dejando mis pechos al aire libre; me bajaron la falda, me quitaron los zapatos y siguieron con las pantimedias y la pantaleta; en menos de lo que lo cuento ya estaba yo totalmente desnuda a merced de ellos.

El papá me detuvo de los brazos obligándome a permanecer acostada mientras los jóvenes se desnudaban, lo cierto es que estaban muy bien desarrollados, su cuerpo moreno demostraba unos músculos venosos bien formados y no pude evitar ver que estaban bastante bien dotados; me estremecí de imaginar esos monstruos dentro de mi pobre cuerpecito.

Empecé a patalear pero uno de ellos se hincó y me detuvo las piernas; de inmediato me hizo abrirlas y se colocó en medio de ellas; me hizo doblar un poco las rodillas, por lo que levanté la cadera, eso era lo que el buscaba, pues así mi vagina quedó a la altura de su pene; con sus fuertes brazos me sostuvo de las nalgas y dirigió su miembro hacia mí; grité al sentir la salvaje penetración de que fui objeto, ya que él me la metió hasta el fondo sin esperar nada, de cualquier manera no salió ningún ruido de mi boca, solo un leve quejido.

– Eso miâ??jo, así se hace, así miâ??jo ya te estás haciendo hombre, escuché decir al viejo.

El muchacho solo jadeaba mientras me cogía con fuerza:

– Ah, ah, ah, ah, esta vieja está mejor que las del pueblo tu
– Pos si es de ciudá, ahora si nos tocó una yegua fina ca…
– Eh, hijo, se compartido con tu hermano, terció el señor.

Yo entendí de inmediato lo que él quería decir, pero los muchachos le preguntaron:

– ¿Pos cómo?
– Pos por el otro agujero… les dijo él.

Me horroricé al ver que me iban a violar por el culo, nunca lo había hecho por allí y una de mis amigas me había contado que dolía muchísimo y si por la vagina me había dolido, ya me imaginaba…

Los jóvenes se movieron rápido, el primero se salió y me levantaron, pusieron mi blusa y mi falda en el suelo y él se tendió boca arriba con su pene erecto apuntando al cielo; el otro muchacho y el padre me hicieron colocarme parada arriba de su hermano con las piernas abiertas, yo me esforcé por evitarlo, me empujé hacia atrás para evitar que me colocaran sobre él, pero de nuevo la fuerza de ellos me venció.

Mientras el señor me empujaba hacia abajo, el otro muchacho se agachó y me tomó de las corvas, las jaló hacia delante obligándome a doblarlas; poco a poco me hicieron arrodillarme y el pene del joven entró en mi vagina; me siguieron empujando hasta que él me empaló toda; volví a intentar gritar, pero no salían ruidos de mi boca.

Ya que estuve clavada en él, me ordenaron moverme y él empezó a hacer lo mismo; fue raro, pero en ese momento empecé a sentir cierto placer en la vagina, eso me incomodó un poco pero ya que estaba ahí y que no tenía escapatoria, empecé a moverme tratando de gozar cuando menos un poco.

El viejo le dijo a su hijo que me sostuviera las manos y él lo hizo, luego el señor sacó de mi boca la pañoleta y se la dio a su hijo diciéndole que me amarrara, el muchacho me ató las muñecas atrás con la pañoleta, dejándome inmovilizada; después él se acercó por detrás de mí y entonces pude suplicar:

– ¡No, por favor o lo hagas por ahí, no, me va a doler, no seas malo por favor, te lo suplico!
– Ya te dijo mi apá, si lo vieras hecho por las buenas otra cosa hubiera sido, ora te aguantas

Y después e decir eso puso su hierro candente en la entrada de mi ano, empezó a empujar mientras yo grité por el dolor:

– ¡Aaaahhhh nooo, por favor, nooo, me duele, nooo, no por favoooor!
– ¡Cállate vieja piruja!, me dijo el padre acercándose a mí

Para hacerme callar el señor encontró un método más eficaz; se paró casi frente a mí y aprovechó en una ocasión en que abrí la boca para gritar y tomándome los cabellos me metió su pene en ella, haciéndome que se la chupara; y allí estaba yo, en un momento los tres hombres de rancho me tenían empalada por mis tres orificios sin que yo pudiera hacer nada y teniendo que soportar el asco que me producía el olor de ellos y el pene que me llegaba hasta la garganta.

Si bien el muchacho que estaba acostado me había hecho sentir un poco de placer, su padre y su hermano terminaron con él al meterme sus tremendos animalotes a la fuerza.

Los tres me lo estuvieron haciendo durante un buen rato, haciéndome sentir humillada por no poder defenderme de ninguna manera. Un rato después el que estaba debajo de mí emitió unos sonidos guturales y se vino dentro de mí; casi al mismo tiempo su hermano terminaba en mis entrañas y unos segundos más tarde el papá casi me ahogaba al venirse en mi boca y hacerme tragar su asqueroso semen.

Los tres sacaron de mis agujeros sus penes chorreantes, me dejaron ahí tirada en el piso y les grité si no me iban a soltar; por toda respuesta los tres me voltearon a ver y luego sin decir nada tomaron sus ropas y entraron en la casa; pensé que los malditos solo se había aprovechado de mí y que me iban a dejar ahí tirada y ni siquiera me iban a ayudar con el carro; me lamenté y me enojé conmigo misma por ser tan estúpida.

Estaba sumida en mis cavilaciones cuando regresaron los tres; cada uno con una cerveza en la mano y sin vestirse; se quedaron parados viéndome y empezaron a platicar:

– Pos la verdad es que está re buena la vieja esta ¿no?, dijo el papá
– Pos si apá, la verdad está mejor que mi novia, dijo el mayor de los hijos
– Y al menos esta si usa zapatos, bromeó el otro hijo
– Pos lo que yo digo es que no todos los días se encuentra uno con viejas como esta y pos ella fue la que nos pidió ayuda ¿qué no?
– Pos si, además aquí ni hay nadie, podemos seguir con ella hasta que se nos antoje y luego la botamos en la barranca.
– ¿Porqué no van y botan a su puta madre?, les grité enojada de escuchar como se referían a mí como si fuera un animal o una cosa sin importancia
– Hijole salió respondona la yegua; bueno ya déjensen de tonterías y vamos a darle como quedamos, orales, dijo el viejo de nuevo.

Se aproximaron a mí y me levantaron, el muchacho más joven que anteriormente me había cogido por el ano se acostó sobre mi ropa boca arriba y repitieron la operación; me hicieron clavarme en su pene mientras el otro muchacho me obligaba a chuparle el pene poniendo sus dos manos sobre mi cabeza y el padre metía poco a poco su miembro en mi ano; es decir solamente intercambiaron posiciones pero me volvieron a hacer lo mismo, yo indefensa tuve que hacer todo lo que me obligaban, pero, debo hacer una pequeña confesión: creo que me estaba gustando tener esos miembros tan viriles dentro de mi; por supuesto que yo no lo demostraba y me seguía quejando para que ellos no se dieran cuenta.

Mi cuerpo me indicaba que me moviera para disfrutar la cogida y poco a poco venció a la razón, empecé a moverme con los tres palos adentro, ellos no dijeron nada; solo gemían de placer y de repente el joven que me hizo chupárselo lanzó un grito y agarrándome muy fuerte del cabello me sostuvo pegada a su miembro, por lo que tuve que tragarme toda su leche.

El Papá terminó después, apretándome las nalgas se vino también dentro de mí llenándome las entrañas de líquido. Cuando él se salió pude moverme a gusto, me enderecé un poco y monté al muchacho que estaba debajo de mí; ya no me contuve más, gemí de placer y brinqué sobre su pene parado. Unos diez o quince minutos después me llegó el orgasmo, sentí un placer inmenso; el muchacho acabó casi al mismo tiempo llenándome de semen por dentro. El se salió y me dejó acostada en el suelo, sobre mi ropa.

La luz del sol empezaba a desaparecer, dando paso a la oscuridad; comenzó a hacer frío; ellos se acercaron a mí, me levantaron y me llevaron adentro de la casucha; había un cuarto terminado, o bueno, casi terminado; al menos estaba más limpio que los demás y con el piso de cemento lavado. Allí volvieron a tirar mi ropa al piso; esta vez el que se acostó fue el Papá; me ordenaron sentarme en su pene y yo ya no puse objeción; por cierto que el pene del señor era también un tremendo animal largo y gordo. Me senté pero en esta ocasión dando la espalda a él; al sentarme sentí mucho placer al ser penetrada por ese pene fabuloso.

Empecé a brincar sobre el miembro del señor gozando la cogida; él me agarraba de la cadera gimiendo de placer y llamé a los dos muchachos; les dije que si me soltaban las manos les haría sentir un gran placer; me desataron y se pararon frente a mí; tomé un pene con cada mano y empecé a masturbarlos, seguí montando al señor y me metí uno de los penes en la boca, sin dejar de mover mi otra mano, luego chupé este último mientras seguía masturbando al primero y así los fui alternando uno y otro hasta que los hice venirse; me llenaron de semen la cara, escurriendo por mis mejillas y mi cuello hasta mis pechos; mientras, el Papá también se venía dentro de mí al mismo tiempo que yo tenía uno de los varios orgasmos que él me había hecho sentir.

El señor se salió de mí y yo me quedé ahí hincada; me ordenaron vestirme, lo hice, pero me sentí muy cansada y me acosté en el duro piso; no supe a que hora me quedé profundamente dormida.

Me despertaron los primeros rayos del sol; me asombré de estar acostada en el asiento de atrás de mi automóvil; estaba totalmente cerrado y con el capote puesto; me levanté adolorida, me senté en el asiento del conductor, di vuelta a la llave y… ¡Prendió!, el motor ronroneaba como si fuera nuevo; me fui de allí con una extraña sensación de tristeza.

Llegué al hotel donde había quedado con mis amigas y ellas me preguntaron por que me había tardado tanto, les conté mi aventura y se burlaron de mí, no me creyeron sobre todo porque por las referencias que yo les di me dijeron que allí no había ningún pueblo, es más, lo buscamos en un mapa de la región y no aparecía, yo les dije que seguramente era porque apenas lo estaban construyendo, pero como no me creían, quedamos de ir al día siguiente a averiguar; mis amigas decían que tenían mucha curiosidad por conocer a los hombres que les había descrito y a lo mejor hasta hacer una fiestecita, dijo una de ellas.

Total, que al día siguiente fuimos y para mi sorpresa ¡No había nada!, dimos varias vueltas en la carretera por ambos lados en una amplia zona que delimitaba el área que yo refería; mis amigas me tildaron de loca, por más que les dije que era verdad, se burlaron de mí; regresamos al hotel y preguntamos al encargado, él nos dijo que ya había varias personas que en esa zona decían haber visto un pueblo, pero que realmente no había nada, incluso nos dijo que siempre aparecían tres personas, pero que en ocasiones eran hombres y en otras mujeres y que se contaban muchas historias de eso, pero que el pensaba que solo era producto de la imaginación de las personas.

Yo no sé, pero me he estado dando mis vueltas, ya fui tres veces más y no logro localizar el pueblo, hasta he fingido estar en aprietos con el auto y nada, seguiré intentando encontrar ese pueblo y los tres hombres que conocí, ya convencí a una amiga que me acompañe a ver que pasa.

Author: manuel

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