La conductora de televisión


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Una famosa conductora de televisión cuando aún no era muy conocida tuvo una aventura que nunca ha dado a conocer, pero yo aquí se las platico.Conocí a Silvia en una reunión en la cual estaban varias personas vinculadas al medio artístico y televisivo; yo estaba ahí solamente por casualidad, pues me había invitado un amigo que era el hijo de una actriz poco conocida pero que le encantaba ir a todas esas reuniones de â??su ambienteâ?.

Esa noche Silvia llevaba un vestido largo negro que resaltaba su figura bastante bien formada. Su cara es redonda, tiene mejillas grandes lo que a veces hace creer que ella está pasada de peso, pero no es así; realmente siempre ha tenido un cuerpo muy bonito y eso fue lo que me llamó la atención de ella, así como su cabello negro a media espalda y sus ojos expresivos; sus blancos dientes resaltaban en su franca sonrisa; como aún no era muy conocida le pregunté a mi amigo quien era ella y él me dijo que era una aspirante a conductora y actriz que buscaba relacionarse para recibir una oportunidad; ahí fue donde vi mi oportunidad y poco después la abordé.

– Hola, me dijo ella con su sonrisa juvenil
– Hola, ¿cómo te llamas? Contesté.
– Silvia ¿ y tu?
– Yo soy Esteban Rizzo (no le iba a decir mi verdadero nombre ¿verdad?), productor y director y te he estado observando, necesito platicar contigo.
– Pues adelante me dijo ella.
– Pero aquí no, hay mucha gente, si quieres nos salimos al jardín o prefieres llamarme a mi oficina el lunes.
– No, no de una vez vamos, me dijo. (noté que estaba desesperada por conseguir algo).

Salimos al jardín y empezamos a caminar con una copa en la mano cada uno, a la luz de la luna la vi hermosa y continué con mi plan.

– Mira, tengo varios proyectos que ya presenté a la televisora y estoy esperando respuesta, uno de ellos ya casi está aprobado; pero los ejecutivos me piden que proponga a tres hombres y tres mujeres para que sean los conductores.
– Ajá ¿y de qué se trata el programa?, preguntó ella mostrando un falso interés.
– Es un programa matutino con variedades, invitados y secciones de cocina, productos de belleza y limpieza, es dirigido a las amas de casa; pero la empresa me pide alguien fresco y juvenil que no haya salido mucho en pantalla para darle un toque de frescura al programa; propuse ya a dos personas, pero uno de los ejecutivos me dijo que las consideraron muy grandes para el programa.
– ¿Y el hombre quién sería?
– Se está definiendo también, pero quieren un joven que no pase de los 25 o 26 años, ¿tu que tantas apariciones has tenido en TV?.
– Hasta la fecha no he hecho nada en televisión, ando buscando una oportunidad.
– Pues, yo te la puedo dar, le contesté.
– ¿De verdad?, me dijo emocionada.
– Si, así es, si yo te recomiendo es seguro que entras al programa y a la televisión con el pié derecho ¿cómo ves?.
– ¡Gracias! Me dijo emocionada y me dio un beso en la mejilla
– Espera, le dije, no se si sepas, pero para entrar a la televisión hay que pagar un precio…
– ¡El que sea!, me contestó ella sin pensar.
– Es un precio alto, ¿qué estarías dispuesta a hacer?
– ¡lo que sea, no me importa con tal de entrar! (Era notoria su desesperación).

Para ese momento, ya habíamos caminado bastante por el amplio jardín de la residencia y nos encontrábamos algo alejados de la casa principal, de hecho ya no se escuchaba los murmullos de la fiesta; llegamos a una zona donde había unas esculturas muy padres y un pequeño monumento muy bonito también, nos sentamos en una banca de cemento adornada.

Pensé en citarla al día siguiente en mi oficina o en un restaurante, pero me di cuenta que ella podría indagar quien era yo realmente y se me caería el teatrito, así que decidí mejor aventarme de una vez en ese momento.

– Bueno, ya que estás consciente y dispuesta a todo, empieza a desvestirte.
– ¿Eh?… ¿cómo?…
– Pues, tu dijiste que estabas dispuesta a todo.
– Pe…pero… yo… no, esteee, no creí.
– Bueno, bueno, si no quieres no hay problema, pero entonces ya no me hagas perder el tiempo, iré a buscar a alguien más.
Me levanté e hice como que regresaba a la casa, pero ella me detuvo.

– No, no espera, pero, ¿es necesario?
– Oh niña, ya no me estés molestando, para salir en televisión tienes que hacer muchos sacrificios y este es el primero, o que, ¿acaso crees que los famosos lo hicieron solo por su â??talentoâ??, además, yo veo precisamente que no tienes ningún talento.
– Si lo tengo, alegó.
– Pues demuéstralo, haz lo que te ordena el director y productor que soy yo.
– Está bien, lo haré, pero nadie debe enterarse.
– ¡Claro que no!, imagínate si la gente común se enterara lo que hacen sus ídolos, ten por seguro que yo no diré nada.

Silvia se levantó y se colocó de espaldas a mí. Me dijo que tendría que ayudarla, pues el cierre del vestido estaba atrás; yo con gusto me acerqué y bajé el cierre, ella despacio se quitó los tirantes del vestido y pude apreciar sus hermosos hombros desnudos; besé su cuello y sus hombros, la sentí tensa, pero tuvo que aguantar pues creía lo que yo le había dicho.

El vestido resbaló por su cuerpo y quedó en el piso, le desabroché el sostén desde atrás y también lo dejé caer, toqué sus pechos redondos y firmes, imagino que ella tenía los ojos cerrados y sentí su respiración junto a mi oído.

â??Quítate todoâ?, le susurré y ella se sentó para quitarse los zapatos y las medias, dudó en quitarse la pantaleta, pero al final lo hizo, pues mi mirada se lo ordenaba.

La vi desnuda, que monumento de mujer, siempre había querido cogerme a una estrella de la televisión, ella todavía no lo era, pero decidí imaginar que sí.

Me desnudé frente a ella, abrió los ojos desmesuradamente al ver mi pene; por un momento parecía que se iba a arrepentir, por lo que me arrodillé, la hice abrir las piernas y vi su mata de vello en la entrada al paraíso, metí mi cabeza entre sus piernas y con mi lengua empecé a jugar con su clítoris; la sentí nerviosa, le susurré: â??cálmate, nada malo va a pasar, lo vas a disfrutarâ?; levanté la mirada y la vi con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, como que empezaba a gozar con las caricias de mi lengua, la escuché gemir un poco y regresé a mi labor; poco después sentí como sus manos acariciaban mi cabello; mientras las mías recorrían sus piernas hasta sus nalgas y luego subían hasta llegar a sus senos, tocando sus pezones erectos.

Está por demás decir que mi pene estaba súper erecto, a punto de explotar, pero decidí que a esa hembrita tenía que gozarla con calma; así que la recosté en la banca de cemento y me dediqué a besar su cuerpo, subí desde su monte de venus por su vientre y estómago y llegué hasta sus pechos, saboreé sus pezones como si fueran un rico dulce mientras mi dedo jugaba con su chochito, Silvia estaba abandonada en franca entrega, así que pude hacer y deshacer a mi antojo sin ninguna resistencia de su parte, más bien ya sentía cooperación de su parte; la brisa fresca nos ayudaba a no sentir tanto calor de nuestros cuerpos, llegué a su boca y sentí sus suaves labios besando los míos, metí mi lengua en su boca mientras mis manos seguían recorriendo desde sus pechos hasta la entrepierna, metiendo un dedo en su vagina lubricada.

Me subí a la banca de cemento de manera inversa, es decir con mi cabeza hacia su chochito y mi pene lo coloqué en su boca; ella entendió de inmediato y empezó a mamar, mientras yo le chupaba el clítoris y la vagina. Me dio una chupada tan rica que creí que iba a estallar en su boca, por lo que mejor me detuve para continuar con lo mejor.

Llegó el momento decisivo y me subí también a la banca de cemento, esta vez de frente; me coloqué en medio de sus piernas, ella las abrió sin chistar; sin dejar de besarla, empecé la penetración despacio; ella gimió de placer; mi pene entró totalmente en su vagina y empezamos a movernos al mismo ritmo, ella gemía como loca, incluso temí que nos descubrieran, afortunadamente estábamos muy lejos y nadie nos oyó, bueno, eso creo.

Los pechos de Silvia se bamboleaban al ritmo que se movía ella y de repente soltó un fuerte grito de placer, me di cuenta como llegó al orgasmo porque su vagina apretaba con tal fuerza mi pene que creí que me lo arrancaría, pero el placer que me proporcionó fue tan inmenso que hizo que me viniera también, derramando toda mi leche dentro de ella; terminamos rendidos y abrazados.

Nos levantamos despacio y Silvia me preguntó que cuando me iría a ver; yo le contesté que le llamaría por teléfono en la siguiente semana para decirle donde y a que hora tenia que presentarse para que convenciéramos a los productores. Nos vestimos y arreglamos y la llevé a su casa.

Ahora Silvia conduce un programa los fines de semana junto con un tipo bastante estúpido, creo que se como logró llegar ahí.


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Author: animalsex

1 thought on “La conductora de televisión

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