El abogado

Que tal, mi nombre es Melanie y les voy a contar lo que pasó con un abogado aprovechado.Tengo 28 años y estoy casada desde hace cuatro años con Pablo; él trabajaba en una oficina gubernamental y hasta hace dos años nos iba muy bien económicamente y nuestra relación iba viento en popa, el sexo era maravilloso y la vida nos sonreía, tenemos un hijo, Pablito que acaba de cumplir los tres años; pero hace dos años todo cambió, nuestra vida se transformó en todos los aspectos, les voy a contar por que.

Un día estaba yo en la casa preparando la comida para mi Pablo, pues siempre llegaba a comer a la casa, yo no trabajaba, pues con lo que él ganaba nos alcanzaba y hasta sobraba; bueno, pues estaba yo en eso cuando tocaron a la puerta; al preguntar quién era, me contestó una voz de hombre diciendo que buscaban a mi marido. Como él no estaba, le dije a la persona eso y me contestó que necesitaba entrar para verificar que el no estuviera, yo por supuesto le negué el paso, pues no sabía quien estaba del otro lado de la puerta, el tipo, molesto, me dijo que si no abría el tiraría la puerta a patadas, pues traía una orden judicial de arresto para mi marido y una orden de cateo; asustada, le dije que le abriría si me pasaba los papeles por debajo de la puerta. El tipo accedió y los pasó; los leí y me asombré de lo que decía allí, que Pablo estaba acusado de fraudes realizados por computadora a varias compañías de seguros y bancos y no sé que más y en otro papel se leía que el juez ordenaba a los judiciales (eso eran) que fueran a catear nuestra casa en busca de drogas, armas, y que embargaran toda la información disponible: Papeles, Estados de cuenta, Computadoras, Diskettes, CDâ??s etc.

El tipo desesperado tocó la puerta y me dijo: â??¿Ya los leyó señora?, ¿ya podemos entrar?â?; le dije que podrían entrar pero que no se podrían llevar nada, él me contestó que sí, pero después me di cuenta que solo lo dijo para que yo le abriera la puerta. Total que abrí y entonces entraron tres tipos mal encarados, uno de ellos me encañonó con su pistola y me preguntó: â??¿Dónde está tu marido?â?, yo le respondí que tendría que estar en su oficina trabajando y él me dijo: â??No seas mentirosa, allá no está, dime si está escondido aquí o te doy un plomazoâ?, mientras, los otros dos habían entrado a las recámaras y se escuchaba como desordenaban todo; mi bebé lloró en ese momento y el judicial se calmó un poco; y me dijo: â??Mira, tu marido está metido en graves problemas, lo vamos a tener que esperar hasta que llegue y si le avisas o lo tienes escondido te va a ir muy mal ¿de acuerdo?â?, yo contesté que no sabía donde estaba él y que no nos hicieran daño al bebé o a mí.

El que me había encañonado parecía ser el jefe de los tres judiciales, le ordenó a uno de ellos que quitara la patrulla de la puerta â??lo vamos a esperarâ? dijo y me ordenaron sentarme en la sala de mi casa, tuve que obedecer pues no tenía opción y dos de ellos se sentaron conmigo, el que fue a mover la patrulla regresó y también se sentó; noté como este último recorría con mirada torva mi cuerpo, sentía como me desnudaba con la mirada, como soy guapa y de buen cuerpo, pues era lógico, pero me incomodó; le dijo a su jefe: â??oiga y ¿no podríamos…?â? mientras me señalaba con la mirada, el jefe le dijo: â??No, ella no sabe nada y tenemos prohibido hacer cualquier cosa que entorpezca el caso, así que dame un cigarro y cállateâ?.

Como Pablito seguía llorando, le dije al jefe que iría por él, me dio permiso de ir, pero acompañada por el otro tipo, fui por Pablito y nos volvimos a sentar en la sala, lo malo era que mi niño tenía hambre y yo le daba pecho, tomé una cobija y me cubrí para amamantar a mi bebé, pero el jefe se paró y me la quitó, me preguntó que hacia y yo le expliqué; me dijo: â??Dáselo así, ni modoâ? y como Pablito no paraba de llorar, tuve que obedecer, me saqué el pecho y le di de comer a mi bebé; vi como los tres me miraban con excesivo morbo y aunque sentí mucha vergíŒenza, me tuve que aguantar.

El tiempo pasó, terminé de darle de comer a mi bebé y Pablo no aparecía, después de una hora y media los tipos se veían desesperados, el jefe comentó que ya se les había â??peladoâ?, que seguramente había visto la patrulla y había huido; el judicial morboso no me quitaba la vista de encima, yo sentía gran repugnancia por él, estaba gordo, bofo, feo, con una nariz excesivamente ancha y con la cara llena de granos, pero no lo demostré porque aún tenía miedo. En eso se escuchó que un auto se detenía frente a la casa; uno de los judiciales se asomó por un lado de la cortina y dijo: â??Es élâ?; uno de ellos se paró junto a mí y me dijo: â??Nada de advertencias o el bebé la pagaâ? y puso su pistola sobre mi hombro, apuntando al bebé. Me quedé muda y quieta, no iba a exponer a mi hijo.

Pablo entró como siempre, al abrir vio a los tipos y su reacción fue huir, pero los otros dos de inmediato lo pescaron y le dijeron: â??Mira, si no quieres que tu mujer y tu hijo la pasen mal, vas a acompañarnos por la buenaâ?; Pablo es un hombre fuerte y forcejeó un poco, pero cuando le dijeron esto se calmó y dijo: â??Está bien, voy con ustedesâ? y volteándome a ver me dijo: â??Consigue un abogado, esto es un error, un gran errorâ?.

Bueno, esa fue la captura de Pablo, luego todo pasó muy rápido, lo llevaron ante un juez que le decretó prisión provisional sin derecho a fianza. Como yo no conocía a ningún abogado, contraté a uno que me abordó afuera del juzgado, era un tipo como de cuarenta años; alto, muy flaco, con una nariz aguileña y una mirada torva que lamentablemente no vi en ese momento; bueno, pues lo contraté y él se encargó de llevar el caso, en ese momento no lo supe, pero la verdad es que me cobró demasiado por el caso de mi marido.

Pablo alegó inocencia todo el tiempo, pero los cargos en su contra eran muy fuertes y la fiscalía presentó muy buenos argumentos; el tiempo empezó a correr y yo no veía para cuando se le haría un juicio justo a mi esposo y sin embargo los gastos cada vez eran más y más, como ya no tuve el ingreso de Pablo, dispuse de nuestros ahorros, pero eso también se fue acabando, además los gastos de la casa y del bebé, me estaba quedando en la ruina; conseguí un trabajo de medio tiempo como secretaria, no pude hacerlo de tiempo completo porque tenía que ver muy seguido al abogado, ir a ver a Pablo al reclusorio y cuidar a mi hijo, por lo que el ingreso de mi trabajo no era muy alto, llegó el momento en que ya no hubo dinero para pagarle al abogado y un día que lo tenía que ver decidí decírselo, como él siempre se había mostrado comprensivo y muy cooperativo, pensé que tal vez me ayudaría y me dejaría pagarle al final o algo, esta fue la conversación que tuve con él, (omito saludos y formalidades):

– Licenciado, necesito hablar con usted de algo muy importante
– Usted dirá señora, ya sabe que yo soy su amigo (siempre decía eso)
– Mire Licenciado, quería hablar con Ud., porque la verdad es que ya no me alcanza el dinero y pues se me está haciendo difícil pagarle
– ¡Ah que caray!, pues eso si está malo, pero usted ya tiene un trabajo ¿no?
– Pues si, pero me pagan poco y con todo lo que he gastado ya no me alcanza
– Híjole pues eso si está feo ¿y usted que sugiere?
– Bueno, pues yo estaba pensando en pagarle al final del juicio o conforme fuera yo teniendo dinero.
– Mmmm… está un poco difícil.
– Bueno, Usted sabe donde vivo y ya vio que vendí todo, al carro, algunos muebles, pero ya no puedo, licenciado, me voy a quedar en la calle.
– Pero es que se trata de su marido
– Si, yo lo sé y hablé con él y él me dijo que sabía que Ud. comprendería, que usted es una buena persona.
– ¡Ay señora!, mire, no es que yo no quiera, pero como están las cosas actualmente… yo también tengo familia y tengo que solventar los gastos del despacho y el juicio de su marido requiere de mucha dedicación y el tiempo también vale.
– Estoy de acuerdo, pero ¿qué puedo hacer?, ya no sé que hacer, estoy desesperada.

En ese momento se me quebró la voz y una lágrima escurrió por mi mejilla, el abogado caballerosamente me ofreció su pañuelo y se sentó junto a mí, me abrazó y me dijo:

– No llore, vamos a ver como resolvemos esto ¿ de acuerdo?
– Es que de verdad ya no puedo licenciado, ya no sé que hacer.
– Yo le podría proponer algo, pero me preocupa que usted se ofenda
– Dígame, si hay solución haré lo que sea
– ¿lo que sea?
– Si lo que sea (Yo pensé inocentemente que me daría trabajo de afanadora en su oficina o de criada en su casa, pero él tenía en mente otra cosa)
– Pues… mire, usted me podría pagar en especie
– Pero si ya vendí todo ¿con que le pago?
– No, no me entiende, mire, ehhh.. es usted joven y bella y pues, usted me gustó desde el primer momento, así que, si usted quiere, pues, podemos pasarla bien y yo me daría por bien pagado.
– ¿¿¿Queeeeé???, ¿está usted loco?, ¿pues por quien me toma?, lárguese por favor no quiero volver a verlo jamás.
– Pero señora…
– ¡que se largue!
– Bueno, me voy, pero el juicio de su esposo está muy complicado y nadie lo va a querer tomar, piénselo bien señora, seremos discretos y todo saldrá bien, si cambia de opinión, sabe mi número.

No contesté más, el abogado se fue y quedé hecha un mar de lágrimas, pero mi orgullo me sacó adelante. ¿quién se creía el abogadillo este?; se lo contaría a mi marido, claro y tal vez lo denunciaría a las autoridades para que recibiera un buen escarmiento.

No pude dormir esa noche, al día siguiente buscaría otro abogado y luego le contaría a Pablo lo sucedido.

Para mi mala suerte, el abogado tuvo razón, vi a unos siete u ocho abogados y todos rechazaron el caso diciéndome: â??No, ese caso no es ganable, mejor déjelo por la pazâ?.

Dos días después fui a ver a Pablo y me dijo que al abogado lo había ido a visitar y le había contado de los problemas económicos, pero que no se preocupara, â??ya su esposa y yo lo solucionaremosâ?, le dijo; no pude decirle nada para no desanimarlo más y saliendo de allí fui a la oficina del abogado a hablar con él.

Su oficina estaba en el centro, en un edificio viejo, pero era una oficina muy bonita y lujosa; la secretaria me pidió sentarme a esperar mientras el abogado se desocupaba, no había nadie más.

Poco tiempo después salió una señora de ver al abogado y se despidió de él diciéndole: â??Es usted un ángel, licenciado, no sabe como se lo agradezcoâ? y él sonriente se despidió de mano de la señora y le dijo: â??Estamos para servirle, usted no se preocupe por nadaâ?. Pensé: Ojalá así me dijera a mí.

El abogado me vio y sonriente me invitó a pasar, entré a su privado y él antes de cerrar la puerta le ordenó a su secretaria: â??Señorita, que no me moleste nadie por favor, voy a atender un asunto muy delicadoâ?; â??Si licenciadoâ? contestó ella y nos quedamos solos.

– Pues usted dirá señora
– Pues… eh, no sé…
– De acuerdo señora, sé que es una decisión difícil, pero verá como luego tiene su recompensa.
– Pues ¿cómo le hacemos?, ¿cuándo, ¿donde?
– Pues ahora mismo, mi señora, no hay que esperar más; por favor quítese la ropa
– Pero… yo, no venía preparada
– Bueno, pues entonces no me haga perder el tiempo y lleve el asunto de su marido a otro lado.
– No, no, está bien, lo haré.

Tragándome mi orgullo, mi vergíŒenza y mi pudor, tuve que empezar a quitarme la ropa frente al abogado que en ningún momento dejó de mirarme con mirada morbosa; cuando quedé en ropa interior el se acercó a mí y me abrazó, empezó a besarme el cuello y a acariciar mi cuerpo, cerré los ojos y me aguanté el asco, él me desabrochó el sostén por atrás y lo dejó caer, acarició mis senos y bajó su boca para chupar uno de ellos, mientras su otra mano recorría mi cuerpo y se metía en mi pantaleta para tocarme mis partes íntimas.

Poco a poco el asco inicial se transformó en placer, al tener los ojos cerrados olvidé que estaba con un tipo que me repugnaba y me dejé llevar por las caricias de un hombre; el abogado se hincó frente a mí y abrí los ojos, lo vi ya desnudo, no me di cuenta a que hora se quitó la ropa, él me bajó la pantaleta y besó mi triángulo del sexo, su lengua empezó a jugar con mi clítoris haciéndome gozar al máximo, hay que reconocer que era un maestro para chuparlo, lo hacía mejor que mi marido, no pude evitar gemir de placer y me abandoné a sus caricias.

Mi mente era un caos, de repente me sentí culpable de traicionar a Pablo, pero el placer que sentía en ese momento y el pensar que lo hacía precisamente por salvarlo a él, me empujó a seguir.

El abogado se levantó y me dijo: â??ahora te toca a tiâ?, lo miré sin entender y él suavemente me empujó de los hombros para que me hincara; quería que yo le chupara su miembro, bajé la vista y lo vi; era muy largo, pero muy delgado también, me sentí rara, pues nunca se lo había chupado a nadie, ni siquiera a mi marido, así que sentí algo de repulsión; pero de inmediato comprendí que tenía que hacer todo lo que el abogado quisiera por sucio o bajo que me pareciera, para que el abogado continuara con el caso y liberara a mi Pablo, y vaya que el abogadito le gustaban cosas raras, ya les iré contando.

Me hinqué y abrí la boca, tuve que chupar el largo miembro del abogado mientras él me tomó de la cabeza y me la empujó, haciéndome moverme adelante y atrás para mamarle bien el pene, me ordenó que le chupara los testículos y lo hice, la verdad es que no me supo tan mal y creo que el abogado lo disfrutó bastante.

De repente me detuvo y me dijo: â??levántateâ?, lo hice y me llevó hacia su escritorio, un escritorio muy bonito de madera color nogal finamente acabado; quitó lo que estaba encima y me ordenó sentarme en la orilla del escritorio; me ayudó a subir, me abrió las piernas y colocó cu pene en la entrada de mi vagina, empezó a empujar mientras me agarraba de las nalgas; sentí el flaco miembro penetrar en mí, fue fácil, pues yo estaba bien lubricada; el abogado me besó el cuello y subía y bajaba sus manos por todo mi cuerpo; buscó mi boca y yo la aparté, pensé que eso si era más amoroso y yo no estaba teniendo una relación amorosa, solo de sexo, pero el abogado me tomó con una mano del cabello y me obligó a voltear hacia él; me besó a la fuerza, metió su lengua en mi boca y de nuevo cerré los ojos para tratar de alejarme de lo que pasaba, pero era imposible, el abogado me estaba cogiendo de una manera tan rica que hasta subí mis brazos por sobre sus hombros y respondí al beso.

Me moví disfrutando la cogida que el abogado me daba, sus manos y sus labios casi me enloquecen; al poco tiempo me llegó un orgasmo que me hizo gemir plenamente, de inmediato lo comparé con Pablo y me di cuenta que jamás había disfrutado tanto con mi marido, el abogado se siguió moviendo adentro y afuera de mí y de repente se detuvo, sentí como su semen entraba en mí con fuerza, y como me apretaba las nalgas.

El abogado se separó de mí y empezó a recoger su ropa, yo me bajé del escritorio y con la cabeza agachada hice lo mismo; mientras nos vestíamos me dijo: â??Ya ve que no era tan difícilâ?; me hizo sentir muy mal, me llegó un gran sentimiento de culpa por lo que había hecho y peor porque lo había disfrutado. Me vestí rápidamente y casi salgo cuando me detuvo el abogado. â??espéreseâ?, me dijo, â??¿Qué no quiere saber como va el asunto de su marido?â?; nos sentamos y me explicó como iba la situación, aunque todavía se veía difícil el asunto, él me dijo que pronto tendría buenos resultados, quedamos de vernos en mi casa en una semana para continuar con el caso; al salir de la oficina del abogado noté que su secretaria me miraba y se sonreía, de seguro supo lo que sucedió en el despacho de su jefe.

Continuará…

Author: manuel

2 thoughts on “El abogado

  1. HOLi YO SOY iBOGiDO Y ME LLiMO Li iTENCIO EL CiSO DE TU MiRIDO ESPERO ME PUEDiS ESCRIBIR PiRi DECIRME EL ESTiDO PROCESiL QUE LLEVi BiJO QUE CiUSi PENiL ESTi Y CON GUSTO TE PODRE ORIENTiR SI ESTi TRiBiJiNDO EL iBOGiDO CiBRESTO O NO TE OFREZCO MI iYUDi SIN NINGUN INTERES SOLO EL QUE TU LE QUIERiS DiR OK

    iTTE

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